jueves, 28 de julio de 2011

EN CHIAPA DE CORZO



Hallan cadáveres de
los tres ahogados

• Fueron rescatados dos días después de que los arrastrara las corrientes del río Grijalva, en el remanso de la localidad Nueva “Villahermosa”

OSWALDO RODRÍGUEZ
Foto: ULISES LÓPEZ

El paseo se convirtió en tragedia, las corrientes del río Grijalva arrastraron a un joven y dos menores hasta dispersarlos a lo largo del segundo río más caudaloso del país; su paradero era impreciso hasta que dos días después de una intensa búsqueda, los cadáveres fueron hallados entre los márgenes del Grijalva, en Chiapa de Corzo.
El lunes, la familia había partido de su domicilio en la colonia Miravalle de la capital, un día después del cumpleaños número ocho de Alejandra Guadalupe González Gómez, la mayor de cuatro hijos.
Ese domingo ella y sus hermanos, Gladys Esmeralda, de 6 años y el varón de 7, salieron a Convivencia Infantil a dar un paseo junto a sus padres, el bebé de dos años —aún en brazos— y su primo Nicolás González Pérez, de 20.
“Era el primo consentido y a donde sea que iba, los niños lo seguían”, dijo una conocida de la familia.
Los González Gómez partieron al siguiente día con destino a Villa de Acala y decidieron apostarse en las márgenes del afluente, situado en la localidad Nueva Villahermosa del mismo municipio.
Transcurrió el tiempo y pasadas las 15:00 horas sucedió la tragedia; el agua se agitaba, cuatro menores manoteaban sobre la superficie del río y los gritos eran cortados de tajo al sumergirse. El primo y su hermano se lanzaron a rescatarlos. Dos lograron salir pero el otro par —junto con Nicolás— fue “devorado” por el remanso. Eran la hija mayor del matrimonio y Gladys, quien cumpliría siete años el próximo miércoles 3 de agosto.
Entre la desesperación y la angustia, el reporte del incidente fue hecho a las 16:20 horas a los números de Protección Civil de Villa de Acala. La búsqueda inició 40 minutos después, con más de 40 elementos del Sistema Estatal de Protección Civil y elementos de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana (SSyPC).
Las primeras 24 horas de búsqueda fueron infructuosas, el equipo partió desde Nueva Villahermosa hasta el Cañón del Sumidero; se sumaron a ellos un equipo especializado de buceo pero el resultado fue el mismo.
Fue a eso de las 10:00 de la mañana del miércoles, que el grupo de Unidad de Rescate y Operativos Acuáticos (UROA) de la SSyPC dio con el primer cadáver en el tapón del río Grijalva; se trataba Nicolás González Pérez, quien yacía con los brazos rígidos por delante y el cuerpo enrojecido.
El joven era oriundo de la localidad de Tenango, municipio de Ocosingo, pero de muy pequeño emigró a la capital a vivir en casa de su hermano (el padre de las dos niñas perecidas). Años más tarde entró a laborar en un expendio de puerco de la empresa “Don Paco”, en el que trabajaba actualmente.
Era de complexión robusta y su físico lo hacía parecer a simple vista como una persona mayor de 20 años.
Los oficiales llevaron su cuerpo a la superficie, estaba cubierto con una bolsa verde que dejaba expuesto su rostro y pecho. Así lo mantuvieron por más de media hora en espera a peritos del Servicio Médico Forense (Semefo), quienes arribaron minutos antes del mediodía.

PEQUEÑOS CUERPOS INERTES
Desde el día en que desaparecieron, la madre de las niñas esperaba en Villa de Acala el cuerpo de sus pequeñas, “no se movería de ahí” había sentenciado. La noticia le llegó de golpe, el cadáver de su cuñado había sido rescatado de entre los residuos flotantes del tapón, pero de sus hijas aún no tenían pistas.
Su esposo y su suegro iniciaron el papeleo para los servicios funerarios del occiso; sin embargo, ella seguía esperando.
Pasaron dos horas del primer hallazgo y a la cuarta, el equipo UROA y Protección Civil informaron que las dos menores ahogadas ya había sido localizadas. Los datos preliminares manejaban que los cuerpos fueron encontrados inertes en un remanso de la localidad de Adolfo López Mateos, en Villa Acala.
Más tarde, una fuente confidencial del Sistema Estatal de Protección Civil confirmó que los restos fueron rescatados en los márgenes del río Grijalva en la localidad de Chiapa de Corzo.
Minutos después fueron llevadas en una lancha hasta las márgenes del afluente y posterior a ello siguieron de nuevo a su primo pues —al igual que Nicolás— los periciales las trasladaron al Semefo para efectuarles la necropsia de ley.
Las aguas del río Grijalva que arrastraron y dispersaron a las hermanas y su primo, los devolverían 48 horas después a sus familiares, más allá de 15 kilómetros de donde perecieron ahogados.

martes, 26 de julio de 2011

EN LA CARRETERA TUXTLA-SAN CRISTÓBAL


Asalto a mano armada
en un autobús de pasaje

Les despojaron de 250 mil pesos en efectivo y ninguna autoridad ha volteado siquiera a verlos

OSWALDO RODRÍGUEZ

Partieron de la capital a bordo de un autobús al menos 19 pasajeros, entre niños, mujeres y ancianos; su viaje tendría escalas en Comitán, Lagos de Colón hasta llegar a La Mesilla, pero su ruta cambiaría por completo.
El grupo de pequeños comerciantes tendría el peor viaje de su vida. Fueron asaltados a mitad de la noche en el kilómetro 28 de la carretera Tuxtla-San Cristóbal por una banda de hombres armados; el auxilio aparecería tres horas después del reporte y las autoridades hasta ahora siguen sin voltear a verlos.
Indignados, los agraviados platicaron para “El Heraldo de Chiapas” lo ocurrido esa noche del miércoles 20 de julio del presente año:
El autobús de pasajeros ingresó en el carril 4 A de la plaza de cobro Chiapa de Corzo a las 22:37:12 horas, según marca el ticket de cuota; pasaron los primeros kilómetros sin percance; sin embargo, alrededor de las 23:05 horas, en el kilómetro 28, un fuerte sonido se escuchó en el costado de la unidad, le siguió otro ruido intenso que destruyó el cristal del camión.
—¡Son disparos! pensó uno de los pasajeros.
—¡Nos van asaltar! ¿Qué hacemos?— Preguntó al encargado del grupo.
—Échales el carro encima— respondió.
Antes de emprender la maniobra, una camioneta Nissan le cerró el pasó y de la góndola brincaron dos personas armadas; una se dirigió a la ventanilla del chofer y le puso el cañón de una escuadra en la sien; mientras, la otra ingresaba por la puerta del autobús.
—Jálate, cabrón— advirtieron los delincuentes.
El operador del autobús siguió su trayectoria y a los pocos metros fue obligado a desviar su camino hasta ingresar 400 metros dentro de una solitaria vereda; era un lugar oscuro, lejos de la luces de la carretera.
En el lugar, los demás asaltantes descendieron de su camioneta, eran seis en total, todos cubiertos con una tela blanca que únicamente exponía el contorno de sus ojos.
—¿De dónde son?
—De Tuxtla— respondieron casi a unísono.
—¿A dónde van?
—A La Mesilla.
Después del breve cuestionamiento, los delincuentes bajaron a los pasajeros, dos se encargaron de escudriñar el interior; otro par, de revisar a las personas mientras los restantes encañonaban con “cuernos de chivo” a los comerciantes, quienes eran obligados a permanecer hincados y con las manos por detrás de la cabeza.
La revisión era exhaustiva e indignante, al grado de que algunas mujeres fueron registradas por debajo del pantalón hasta tocarle sus genitales.
Los afectados gritaban de miedo y angustia. Por ello, el encargado indicaba a los delincuentes que no les hicieran daño. Otra voz se escuchó en el fondo:
—No sean malos, trabajamos por necesidad— dijo una mujer del grupo.
—Nosotros también robamos por necesidad— contestó el “Chavo”.
El atraco duró más de 40 minutos pero para muchos parecía que el tiempo se había detenido.
El que daba las órdenes, mandó al “Chavo” a desprender con una navaja el estéreo del camión y lo hizo enseguida. Después, fue por las llaves del autobús.
—Ya tienen lo que querían, no nos van a dejar aquí, objetó el conductor.
El que daba las órdenes subió al camión y lo encañonó: “¿Te vas a poner cabronsito?”, le dijo. De inmediato, el camionero entregó las llaves y el delincuente informó a las víctimas que dejaría la llave a la entrada de la vereda pero tenían que esperar media hora para poder ir por ellas. Así lo hicieron.
Los infractores se llevaron consigo alrededor de 250 mil pesos en efectivo y demás pertenencias de los asaltados.

“VALIENTE” AYUDA
Luego de librarse de la vereda, los afectados salieron a pedir ayuda a orilla de la autopista pero nadie respondía; entonces, el encargado caminó otro kilómetro más hasta que observó dos “rayitas” de señal en el celular. Eran alrededor de las 00:20 horas del jueves.
Enseguida, llamó al teléfono de emergencias de la caseta de cobros pero le negaron la ayuda; se comunicó entonces al 066, sin embargo, la operadora expresó que no les competía a ellos, que buscaran otros medios. Lo último que dijo fue que “enviaran a alguien a auxiliar”. Ese “alguien” jamás apareció.
Más de tres horas desamparados, sin que alguna autoridad auxiliara a los recién atracados. Fue hasta las 02:30 horas que una patrulla de la Policía Federal arribó a la zona. Minutos después se sumó al apoyo una unidad de la Policía Estatal de Tránsito.
Los afectados indicaron a los oficiales que sus bolsos se habían quedado en el bus, a 400 metros dentro de la vereda, pero los uniformados tuvieron miedo.
Después de varios minutos, el federal dispersó a los pasajeros en distintos vehículos para que regresaran a Tuxtla, mientras el operador se quedaba en el lugar en espera a la grúa que remolcaría el camión.
En ese momento, las pantallas del transporte público estaban completas, pero en tanto llegó a la caseta para saber el destino de la grúa, habían desaparecido. Los oficiales indicaron que posiblemente fueron los mismos ladrones que regresaron al lugar.
Dieron las 3:00 de la mañana y el grupo se dirigió ante las oficinas de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) para interponer la denuncia pero nadie les hizo caso, en cambio, los mandaron a la Fiscalía de Chiapa de Corzo y de ahí a otras instancias.
Va casi una semana, aparte del asalto y del dinero a crédito que tendrán que pagar sin usarlo, los agraviados tienen la desdicha de que las autoridades aún siguen sin voltear a verlos.

domingo, 24 de julio de 2011

EN EL TRAMO TUXTLA-CHIAPA


Crónica de un caos

*Fue provocado por un tractocamión que se deladeó en el kilómetro 7 de la carretera

OSWALDO RODRÍGUEZ
Foto: ULISES LÓPEZ

La fila de autos partía de la efigie de la Diana Cazadora hasta la entrada de la colonia El Valle; más de 200 vehículos estancados en el abrasante sol de por lo menos 31 grados. El camellón central era el acceso alterno improvisado y el estanque de varios vehículos; la hilera de autos se movía por cada dos minutos sólo cinco metros, los motores crujían, el sonido de las bocinas se multiplicaban. La misma escena se repetía a lo largo de siete kilómetros de la carretera Tuxtla Gutiérrez-Chiapa de Corzo.
Varios conductores descendían de sus automóviles y preguntaban a señas la razón del congestionamiento; nadie respondía, todos se enfrascaban en buscar un espacio para seguir avanzando, otros simplemente fruncían el ceño, discutían al aire y remataban con cortes de manga.
Los últimos en la fila estiraban el cuello para cerciorarse de la razón del caos; sin embargo, estaba fuera de la vista, era un tractocamión Dina 800 de plataforma con placas delanteras DA-17-001 y matrícula trasera1B R-56-25 que estaba semi volcado en el kilómetro 7+200 de la carretera.
El operador del camión pesado, Eleazar Maza Corzo, con domicilio en la colonia Cerro Hueco, expresó que la cadena que sostenía una excavadora de oruga —transportada en el tablado— se rompió y la maquinaria cayó a un lado. El peso venció a la unidad, la cual se deladeó hasta sostenerse sólo con sus llantas izquierdas.
La posición de las unidades obstruyó por completo la vía y de inmediato, él y su acompañante, David Flores Álvarez, de 27 años, descendieron asustados. Se dirigían al río Santo Domingo, en la localidad de Chiapa de Corzo, para efectuar trabajos de excavación a orilla del afluente pero su viaje se había interrumpido.
Al poco tiempo del accidente, registrado a las 10:40 horas de ayer, la circulación quedó paralizada, el auxilio tardó en arribar pues las vías estaban congestionadas. Poco a poco, se conjuntaron patrullas de la Policía Municipal, agentes federales y oficiales motorizados de Tránsito.
Pasó una hora, y la desesperación provocó que los automovilistas improvisaran desde rutas alternas hasta elementos de Tránsito “voluntarios”. Uno atravesaban el camellón y otros se atoraban en el intento.
A la hora y media, los agentes viales habilitaron la vía rápida del tramo contrario para agilizar el tráfico, iniciaba frente a la entrada de la colonia Satélite (200 metros delante de la Central de Abastos) hasta la Colonia Lomas del Valle, punto en el que la circulación era dirigida por una joven rubia.
El flujo vehicular en el “nuevo” carril provocaría otro congestionamiento que abarcaría más de un kilómetro; desde la entrada a la colonia Plan Chiapas hasta la zona del accidente.
El caos se había extendido en ambas direcciones de la carretera y las opciones para remover el tractocamión Dina eran limitadas. La unidad pesa aproximadamente 50 toneladas y el espacio para que las dos grúas de ancla maniobraran era pequeño.
Transcurrieron dos horas; la maquinaria seguía intacta y el paso continuaba cerrado. El caos vial se había multiplicado al grado de suscitarse dos accidentes más en la zona. Uno protagonizado entre una camioneta negra y un taxi; otro, por un camión de cinco toneladas y una furgoneta blanca de redilas que transportaba abarrotes.
Los conductores sudaban, veían por cualquier espacio y del aglomerado se percibía el olor a humo y plástico quemado. Al observar de lejos, el panorama chispeaba, ondeaba como en una hoguera a causa del intenso calor en el área.
Patrullas y grúas “remolineaban”, los oficiales cuidaban el paso, vigilaban que ninguno volviera a “colarse” por el camellón y las unidades de arrastre buscaban el lado para reacomodar al camión pesado.
Para librar el congestionamiento, los conductores tenían que esperar por lo menos dos horas y los últimos en la extensa fila fueron desviados hacía el bulevar Juan Pablo II para evitar que la hilera creciera.
Dieron las cuatro de la tarde y los automotores fueron removidos. Más de cinco horas de caos vial en el que por lo menos 200 automovilistas sufrieron los estragos en medio de la desesperación y el infructuoso avance de sus vehículos.

miércoles, 6 de julio de 2011

CRÓNICA

Parto “vial”

• Nace bebé dentro de un taxi

OSWALDO RODRÍGUEZ
Foto: ULISES LÓPEZ

El primer llanto de su vida lo dio en un lugar inesperado y en el tiempo en que todo se convertiría en una sala de parto improvisada. Su padre fue el “médico”, un taxista el “asistente” y el asiento trasero de la unidad en la camilla de un “hospital ambulante”.
La historia comenzó en la parada de un centro comercial del lado oriente de la ciudad, situado justo frente a la estación de la Policía Municipal. Marcelino Pérez Sántiz, de 34 años de edad, abordó -junto con su esposa- el vehículo de alquiler con el número económico 1449 y marcado con las placas de circulación 85-09-BHD, sin saber que esa unidad sería el cobijo de su hija.
Marcelino había suspendido su oficio de vender dulces en la capital porque a su esposa, Juana López Ruiz, de 28 años, le acrecentaban los dolores de parto. Pidió el viaje al cuarto que renta en la 1ª Oriente entre la 3ª y 4ª avenida Norte, dejó su cajón de madera y subió de nuevo al auto.
— ¿Cuánto me cobra a San Juan Chamula?, preguntó al taxista.
— ¿A Chamula?, cuestionó el chofer y anonadado repuso, — no te va a dar tiempo amigo, mejor los llevo al hospital.
— Por favor, lléveme a mi pueblo, mi hijo ya va a nacer.
César Trujillo, de 44 años, conductor del radiotaxi, convenció a la pareja de ir a un centro médico de Tuxtla para el nacimiento del bebé.
Los gemidos aumentaron y el operador de la unidad pisó el acelerador, manejó en sentido contrario, prendió sus luces y utilizó el claxon como sirena de ambulancia para abrir el paso. Era resguardado por una agente del agrupamiento femenil de Tránsito, quien lo acompañó en la hazaña.
De pronto, a la altura de la 5ª Avenida Norte y 4ª Oriente, el enérgico grito del bebé hizo voltear la cabeza hacia sus pasajeros.
— ¡Ya nació mi hijito!, exclamaba Marcelino, quien tenía los ojos llorosos casi cristalinos y el bebé en sus brazos.
El asiento y su ropa estaban ensangrentados. La madre con poca fuerza, sólo bosquejó una pequeña sonrisa y cruzó un par de palabras en tsotsil a su esposo.
Según sus cálculos, su hijo nacería el 5 de agosto, pero el calendario aminoró el tiempo y nació al medio día del 5 de Julio. Pasó de ser signo Leo a Cáncer.
Cinco minutos después del parto, el taxi se aparcó en el estacionamiento de la Cruz Roja Mexicana. El conductor estaba extasiado. De sus 30 años como taxista nunca su unidad se había convertido en nosocomio ni en sala de parto. Había servido para transportar a mujeres a punto de dar a luz pero llegaban a tiempo. El pasaje número 10 del día rompería los esquemas.
Sabía que hizo lo correcto. Si la pareja decidía regresarse a San Juan Chamula, una comunidad ubicada a 10 kilómetros después de San Cristóbal de Las Casas, el parto podía complicarse.
El asiento trasero de su unidad estaba cubierto de sangre pero no le importaba. “La sangre se quita con el agua, pero esta experiencia jamás se borrará”, expresó el taxista oriundo de San Fernando.

PRIMERIZOS
A Marcelino se le ve preocupado, camina por los pasillos de la Cruz Roja, entra, sale, se reclina en la pared y vuelve caminar con la misma sincronía. El sudor en su rostro aún no ha cesado. No trae “un quinto”, salió de su domicilio sin un peso en el bolsillo y tampoco había contemplado los gastos médicos porque su hijo nacería hasta agosto.
En suma, su salario es muy poco (30 o 40 pesos al día), suspendió su venta, son primerizos y apenas tienen siete meses viviendo en la capital. Sin embargo, la plática con el taxista le sacó una sonrisa, camina erguido e ingresa a la sala de la clínica para ver a su esposa.
Su bebé, es una niña, pesa 3 kilogramos y mide 42 centímetros. Sana y salva. Eso le cambia su semblante; ríe discreto.

— Y ¿quién cortó el cordón umbilical?, le pregunta el médico.
— Nadie. Cayó solito, responde Marcelino.
El galeno suelta una sonrisa y sigue llenando la hoja de registro.