viernes, 4 de noviembre de 2011

Embalsamamiento: La antesala de los muertos


***En lo que va del año 20 mil 625 personas han muerto en Chiapas, según la Conapo; mucho trabajo para las empresas que viven de la muerte

Texto: OSWALDO RODRÍGUEZ
Fotos: ULISES LÓPEZ

Es una mujer de edad avanzada y en su “despedida familiar” porta su ropa favorita: un suéter de estambre negro y un oscuro vestido con estampado de flores rojas; con la luz mortecina de la lámpara su rostro luce rozagante y sereno. Parece dormida... pero no lo está.
Horas antes, su palidez era como el claro de la luna y de aspecto abatido; su cuerpo estaba rígido y maltrecho pero el trabajo de embalsamado al que fue sometida la dejó con la apariencia que tenía en vida.
El trabajo de “preparar” a lo muertos es una práctica que data del antiguo Egipto pero a diferencia de los 70 días que se requería para el proceso de embalsamamiento, hoy tarda de entre 30 a 40 minutos en casos de muerte natural o hasta dos horas cuando fallecen por decesos violentos, como accidentes.
Al desfigurado se le reconstruye el rostro y a los desmembrados se les une parte por parte como si se tratara de armar un rompecabezas; al final el resultado debe asemejarse a su otrora fisonomía.
A Tonatiuh Minero Ortiz y Erick Hernández Montes, ambos histopatólogos embalsamadores egresados del Instituto de Medicina Forense en la Universidad Veracruzana (UV) —de Boca del Río—, les ha tocado de todo pues en apenas dos meses 79 cadáveres han sido arrojados en vía pública en su ciudad.

—Desde baleados a decapitados, sobre todo ahora que la ola de violencia ha aumentado en Veracruz, dice Tonatiuh.

Su compañero se reacomoda en el sillón de la funeraria y completa:

—Hubo casos en que sólo nos llevaban la cabeza o por lo contrario, sólo nos entregaban el cuerpo.

Y, ¿qué hacían con ellos?

—Trabajábamos con lo que teníamos, aplicando los mismo procedimientos del embalsamamiento.

¿Cómo?

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El ambiente es fresco, cálido y nada lúgubre; si no fuera por la cruz y las flores, el lugar podría pasar como la recepción de un hotel e incluso como el interior de un templo cristiano. No lo es. Es una blanca capilla de velación, con ventanas grandes y lámparas de led cuya luz se refleja en las losetas aperladas y pulcras.
Los exalumnos de la UV visten de ropa casual pues el Día de Muertos no hubo clientes; los jóvenes —de entre 24 a 27 años de edad— fueron traídos por la Funeraria “Jardines del Edén” para prestar sus servicios, pero también lo hacen de manera provisional en el Servicio Médico Forense (Semefo) de la capital chiapaneca.
Tonatihu, de semblante reservado, cuenta a detalle el proceso del embalsamamiento; se ve inmerso en cada relato y sus ademanes fluidos hacen imaginar que en medio de nosotros hay un cadáver.

¿Cómo se embalsama un cuerpo?

—Depende de la causa de muerte —contesta— cuando es causa de algún accidente o de forma violenta, es el personal del Semefo el que se encarga de la necropsia, que consiste a rasgos generales en extraer con un hidroaspirador o troquer el exceso fecal y los gases que pueden acelerar el proceso de putrefacción.

Erick, que pocas veces interviene en la charla, agrega:

—Para ello se hace una incisión que va de la parte baja del cuello al inicio del pubis, valiéndose para su conservación de polvos necropsiadores y de químicos como el conocido formol.

Tras ese proceso, el cadáver se instala en un una plancha metálica, con el bisturí se realiza una incisión de cinco centímetros en el área femoral y en las carótidas (a los costados del cuello); se busca la arteria, donde se conecta una cánula (sonda) a la bomba de inyección para aplicar el líquido conservador. La cantidad de la solución dependerá de la estatura y el peso de la persona pero no puede exceder los ocho litros; si no, el cuerpo podría explotar.
Mientras el líquido preservador se desplaza por todo el cuerpo, se desangra al cadáver con un proceso invertido y posterior a ello, el embalsamador da masaje a las extremidades para que la solución ingrese en piernas y brazos. Un proceso de entre seis a 10 minutos.
La sangre deja de salir y la solución se esparce por todo el organismo, después se limpia el cuerpo e inicia el proceso de sutura; se liga la arteria y la herida.
En el abdomen y el esternón—en el caso de los necropsiados— se coloca formol en líquido justo en la sutura que se asemeja a una malla cocida. Lavan una vez más el cadáver, lo secan con una toalla y colocan gasas por los orificios donde ingresó la sonda.
El último paso, es la preparación estética, se inicia con el rasurado, el corte de uñas y se procura inhibir la rigidez cadavérica moviendo las extremidades, para terminar con el vestuario.
Gracias a un conservador especial, la piel comienza a perder las marcas de sangre coagulada; parece más rosada y normal, similar a la de alguien vivo, sin embargo, es muy plástica al contacto, como si la cubriera una capa de pegamento.



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Según la tasa bruta de mortalidad del Consejo Nacional de Población (Conapo), en lo que va del 2011 se han registrado en Chiapas poco más de cuatro defunciones por cada mil habitantes; considerando que la población en nuestro estado con base al último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía es de 4 millones 796 mil 580, entonces han muerto este año alrededor de 20 mil 625 personas. Mucho trabajo para las empresas que viven de la muerte.
De acuerdo al apartado de Funerarias de la Sección Amarilla, en Tuxtla Gutiérrez laboran 16 establecimientos de este tipo; sin embargo, si se toma en cuenta a las no registradas en ese directorio, la cifra puede sobrepasar las 20.
Pese a ello, en México no existen muchos lugares para prepararse como histopatólogo embalsamador, únicamente la tienen —como carrera técnica— la Universidad de Veracruz y la de Nuevo León en nivel medio superior, o el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica como técnico en salud, y cursos privados.

—Varios embalsamadores se han formado de manera empírica—, cuenta Alejandro Vargas, gerente de la Funeraria “Jardines del Edén”, quien se suma a la plática.

La compañía “fúnebre” a la que representa trabaja desde hace cuatro años con fomentar la prevención de gastos en casos de muerte. “Una idea tabú para la gente”, al extremo de que algunos la tachan de “mal agüero”; sin embargo, “es un plan a futuro, una forma de enfrentar mejor los problemas”, aclara.
Después de la entrevista, recorremos los pasillos, ningún féretro está a la vista, la exhibición está resguardada en un reducido cuarto blanco —en el segundo piso—, con nichos en las paredes de los costados, para colocar las urnas y los ataúdes.
Hay también un área de descanso, una cafetería anexa a la capilla de velación y oficinas para la atención a los clientes; el parque funerario está en la salida suroriente de la capital, a varios kilómetros de las instalaciones.
Dos horas después, la charla termina; Alejandro me acompaña hasta la salida y se despide con una singular sonrisa:

—Un gusto y bienvenido a tu funeraria.