martes, 26 de junio de 2012

OTRO CRIMEN EN TUXTLA

Lo asesinaron un día
antes de su graduación


*Alan Jair Moreno Antonio era el brazo derecho de su madre, acababa de salir de sexto semestre del Cobach 13
*“La Negra”, “El Emo”, “El Morro” rindieron su declaración en la PGJE para ayudar con las averiguaciones 
EL CORTEJO fúnebre partió de su vivienda en la colonia Los Pájaros.

OSWALDO RODRÍGUEZ


En el día de su graduación, Alan Jair fue inhumado; era el número 20 en la lista del 6º “D” del Colegio de Bachilleres de Chiapas (Cobach) plantel 13 y en su honor, en la clausura sus compañeros de grupo portaron un diminuto moño negro sobre sus ropas.
El joven, de 18 años, trabajó como estibador en una zapatería del Mercado de Los Ancianos, en cuyos pasillos la noticia se esparce como “reguero de pólvora”; aquí también conocen a “La Negra”, “El Emo”, “El Morro”, los tres que convivieron con él en sus últimas horas de vida.
“La Negra”, el chico de la cicatriz en un lado de la quijada, es vendedor de zapatos y los demás, laboran en otros oficios dentro del mismo centro de abasto; los tres eran buenos compañeros de Alan y según los locatarios, la mañana de ayer comparecieron ante la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) como parte importante de las investigaciones.
Horas antes del entierro, un grupo de al menos 14 adolescentes y un anciano recorrieron los pasillos del mercado recopilando cooperaciones voluntarias para apoyar a su madre con los gastos funerarios.
El hombre que encabezaba la alborotada fila informaba por el altavoz a los locatarios que Alan —quien desde los ocho años comenzó a trabajar en el mercado— era “hijo de la señora que vendía pictes de elote y que llevaba consigo una niña con discapacidad”.
Él se refería a Jenny Yadira Moreno Antonio, un adolescente de 15 años, quien obtuvo una medalla de plata en nado de pecho, durante su primera participación en una Paralimpiada Nacional en Ciudad Victoria, Tamaulipas (junio de 2008) y recientemente, la presea de oro como la mejor en la prueba de los 100 metros dorso, en la Paralimpiada Nacional Juvenil 2011.
Pero eso ahora es lo de menos para ella, se le ha ido su hermano, la mano derecha de su madre, quien parece aferrarse del féretro detrás de los ventanales de la Funeraria “La Piedad” del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) municipal, en la colonia Los Pájaros.
A eso de las 15:00 horas, la carrosa fúnebre partió hacia su casa en medio de la brizna que enlodó la calle Golondrina y parte de la calzada Flamingo.
A unos cuantos minutos de enterrar a su hijo, su madre está desconcertada y absorta, habla con sus compañeros de la escuela —vestidos aún con el traje de gala que usaron en la clausura— y del trabajo.
—Cuándo yo lo vea, le diré que aquí se batieron de lodo todos sus amigos
Los vecinos están indignados por el crimen pues coinciden en que “era un muchacho tranquilo, respetuoso y trabajador”.
Tal como se informó en la edición de ayer en El Heraldo de Chiapas, el hallazgo fue en la casa número 1533 del callejón de la privada 17 de Febrero, en el Barrio El Sabinito, ubicado a unas cuantas calles de la colonia Maldonado.
El lugar fue prestado para una fiesta entre amigos, en donde asistió también “La Negra”, “El Emo”, “El Morro” y una persona más que salió al último pero de quien hasta al momento poco se sabe. Ahora, la vivienda está custodiada por un policía municipal por órdenes del Ministerio Público.
El cielo se encapotó y la lluvia cesó a unos pasos del panteón de la colonia; los llantos aumentaban. Eran las 16:00 horas y el féretro estaba a punto de descender a la fosa; fue el ultimo “vistazo” de Alan y sus familiares se “quebraron”; el sollozo era desgarrador, “no está pasando” decía una anciana, “hoy era su graduación, no su sepulcro”.

sábado, 2 de junio de 2012

EL HOMICIDA PRESUNTAMENTE CONFESÓ HABERSE COMIDO EL CORAZÓN

Asesinó a su expareja y filmó su crimen

*La cabeza y las partes del cuerpo encontrados debajo de los puentes cercanos al Mirador “Los Amorosos” pertenecían a una joven con reporte de extravío

LOS restos fueron encontrados debajo de uno de los puentes que cruzan
el Libramiento Norte Poniente (Foto: ULISES LÓPEZ)


OSWALDO RODRÍGUEZ
FOTOS: ULISES LÓPEZ
Tres días antes del crimen, el homicida adquirió un par de cuchillos y los afiló frente a la videograbadora, mientras relataba a solas el destino que le depararía a su expareja, a quien le comería el corazón.
Wendy Lizeth Ochoa Méndez, de 19 años de edad y madre de Braulio Andrés —de aproximadamente 3 años—, salió de su ciudad natal, Mapastepec, para continuar sus estudios de bachillerato al parecer en el Sistema Educativo Universitario Azteca (Seuat) de la capital; no obstante, su preparación se truncaría para siempre. Ya en Tuxtla Gutiérrez, la joven de ojos almendrados, cejas semipobladas y nariz aguileña terminó —por circunstancias desconocidas— la relación con su pareja, un hombre de 33 años, y tiempo después presuntamente inició un noviazgo. De pronto, sus familiares perdieron su rastro el sábado 28 de abril de este año y su padre, Ángel Ochoa Soto, llegó a la vivienda que la joven rentaba en la capital pero estaba vacía. Desesperado, se dirigió a las autoridades y notificó la desaparición de su hija, cuyos datos fueron ingresados al apartado de personas extraviadas en el portal de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE). Las autoridades y don Ángel Ochoa implementaron la búsqueda durante dos semanas sin obtener resultados.
HALLAZGOS
Durante la primera semana de búsqueda, trascendió el hallazgo de una cabeza a las 17:45 horas del miércoles 2 de mayo, debajo de uno de los puentes que cruzan el Libramiento Norte Poniente de la ciudad, a 100 metros del Mirador “Los Amorosos”. Días después, las autoridades encontrarían partes de pies y brazos esparcidos metros más adelante. En esa ocasión, El Heraldo de Chiapas informó que las piezas humanas pertenecían a las de un hombre de aproximadamente 45 años de edad. Los datos eran imprecisos porque la cabeza, aunque tenía cabello, presentaba la piel acartonada y el rostro había sido rebanado, además, la PGJE manejó el caso con hermetismo. La Policía creyó que los animales habían devorado la cara, hasta que la historia dio un vuelco inesperado. No era un hombre; el dictamen forense arrojó que los brazos, las piernas y la cabeza pertenecían a una mujer. No de 45, sino más joven. Y el rostro, no fue devorado, sino mutilado con cortes finos y precisos, similares a las de un cirujano plástico, refirió una fuente confidencial de quien se omite el nombre por seguridad. Con los resultados de las primeras investigaciones, las autoridades se comunicaron con Ochoa Soto para que constatara si podría tratarse de su hija. El padre estaba incrédulo. Decidió averiguarlo por él mismo y solicitó un permiso para que un dentista de Mapastepec —quien atendía con frecuencia a su hija— le hiciera un estudio dental. El informante explicó que, de acuerdo con el odontólogo, los estudios confirmaron que era Wendy Lizeth pues la dentadura aún traía las amalgamas que, días antes de su desaparición, le había hecho.

CONFESIÓN
Con sospechas de la implicación de su expareja, familiares de la mujer dieron información a las autoridades y diversas corporaciones policiacas comenzaron un operativo de búsqueda para dar con su paradero. El 15 de mayo el hombre presuntamente fue detenido en el restaurante “Zúñiga”, ubicado en la Calle Central y 13ª Norte de la capital, donde festejaba el Día del Maestro. Tras su aprehensión —dijeron las fuentes consultadas— confesó todo. Tres días antes de asesinar a su expareja, afiló unos cuchillos mientras que con una videocámara y una grabadora documentaba todo lo que le haría a Wendy. El hombre sabía la hora en que salía de clases y la secuestró; en su domicilio le ató de las manos, le cubrió la boca y presuntamente la estranguló para luego descuartizarla frente a la cámara. Informó que el homicida confesó haber colocado las partes del cuerpo en diversas bolsas de plástico negro y antes de guardar en el tronco, le extirpó el corazón para comérselo. A la cabeza le cercenó el rostro para que la joven de ojos almendrados, cejas semipobladas y nariz aguileña, no fuera reconocida por las autoridades. Enseguida, el asesino abordó su automóvil y tiró los restos en los dos puentes ubicados antes y después del Mirador “Los Amorosos”, aunque supuestamente —dijo— el tronco o “canal”, como le denominan los peritos del Servicio Médico Forense, lo arrojó en el río Sabinal, atrás del edificio de la PGJE y hasta el momento las autoridades no dan con su paradero, ya que es probable que haya sido arrastrado por el afluente. Tras identificar el cadáver, la cabeza fue puesta en un pequeño frigorífico y las demás partes del cuerpo en varias hieleras, pues fueron llevados al crematorio “La Piedad”, ubicado en la colonia Los Pájaros. Wendy Lizeth Ochoa Méndez regresó al barrio El Malucal, del municipio de Mapastepec, lugar que la vio nacer y que ahora le da la despedida.